En los procesos de selección, tomamos decisiones que impactan directamente en el futuro de una persona y en la cultura de una organización. Pero muchas veces esas decisiones están atravesadas —sin que lo notemos— por nuestros propios sesgos. Sí, incluso cuando creemos estar siendo 100% objetivos. Los sesgos inconscientes son atajos mentales que usamos para procesar información rápidamente, pero que en contextos de evaluación de personas pueden hacernos tomar decisiones erradas o injustas. Pueden estar basados en el aspecto físico, la forma de hablar, la universidad, el tono de voz o incluso en si el candidato/a nos “cayó bien” o no.
¿Qué podemos hacer para reducir su impacto?
Acá van algunas prácticas simples pero muy efectivas:
¿Por qué importa esto? Porque contratar con sesgo no sólo es injusto: es ineficiente. Podés estar dejando afuera a grandes talentos solo porque no encajan con una idea inconsciente de lo que creés que “debería ser” un buen candidato. Reducir el sesgo no significa ignorar tu intuición, sino construir un proceso más consciente, más estructurado y más alineado a lo que realmente necesitás.
¿Aplicas alguna de estas prácticas en tus entrevistas? ¿Te gustaría sumar otras?